Dicen que todos tenemos nuestro minuto de gloria en la vida.
Quizá el mío fue cuando me dio por accionar el freno de emergencia
y parar un tren… Dicho así parece una gamberrada, pero me
asistieron poderosas razones.
Subimos al tren Talgo Gijón-Barcelona con destino a Miranda de
Ebro. El vagón iba medio vacío y, como solía ser habitual, se llenó
de gente en Oviedo. Llegó una señora mayor, resoplando, con una
maleta y un bolso. Le tocaba sentarse junto a nosotros, justo al
otro lado del pasillo central. Vimos por la ventanilla, en el andén, a
quien parecía ser su hijo y su nieto, que habían ido a despedirla. Al
ver que tenía dificultades para colocar el equipaje subió el señor un
momento para ayudarla. No tardó ni un minuto en colocar la maleta
en su lugar, darle un beso y dirigirse hacia la salida cuando, sin
escucharse aviso alguno, se cerraron las puertas y el tren comenzó
a moverse. Me fijé en el niño, de corta edad, que se había quedado
solo en el andén con los ojos muy abiertos viendo como se iba el
tren con su padre y su abuela. El hombre, presa de un ataque de
nervios, gritó: -¡Mi hijo, mi hijo! ¡No puedo dejarle solo ahí fuera!
Mientras la abuela chillaba pidiendo ayuda, el hombre se precipitó
hacia la puerta más cercana y trató de abrirla. En ese momento me
levanté, como un resorte, y corrí a ayudarle. Le dije que accionase
la manilla de apertura de emergencia de la puerta, ya que sino no
se iba a abrir con el tren en movimiento. Todo sucedió en pocos
segundos. La puerta se abrió y el hombre iba a bajarse con el tren
en marcha. Demasiado tarde. El tren iba cogiendo velocidad y era
muy peligroso saltar. Entonces me acordé del freno de emergencia
que llevan todos los vagones. Solía estar en la plataforma, cerca de
la puerta, pero no era así en este caso. Lo busqué sin encontrarlo
hasta que mi hijo me dijo: – ¡Ahí está, papá! Sin pensármelo dos
veces agarré la manilla roja y tiré con fuerza hacia abajo. Sonó un
ruido, como de aire saliendo de un globo, y el tren se detuvo de
inmediato… justo antes de acabarse el andén y adentrarnos en el
túnel. Entonces el hombre bajó rápidamente y echó a correr hacia
la estación. Al poco apareció el maquinista vociferando: .-¡¡¡Quien
ha sido!!! (silencio sepulcral). Iba a levantar la mano cuando me la
sujetó mi mujer. La abuela se levantó y dijo que había sido su hijo
para bajar a por el nieto que había quedado solo. El maquinista,
muy enfadado dijo que así no había forma de ser puntual, que
aquello no era su problema, que se hubiera bajado en la siguiente
estación y esperado un tren de vuelta.
El jefe de estación llegó mientras tanto a la altura del vagón y,
con parsimonia de funcionario, tomó nota de la hora y el número de
tren para hacer el informe. Hecho esto se dio la vuelta sin
molestarse en subir al tren a ver que había pasado. Mientras, el
maquinista abrió un panel lleno de botones y circuitos para tratar
de arreglar el desaguisado: por lo visto el sistema contemplaba
frenar el tren y luego abrir la puerta, no al revés. Le sonó el móvil
y, por lo que hablaron, el padre de la criatura sostenía que alguien
del tren había accionado el freno, que él no lo había visto. Se volvió
a mirar a los pasajeros que, indiferentes, miraban por la ventanilla,
leían o se reían por lo bajo. Luego de hurgar en algún mecanismo,
la manilla recuperó su posición original, dio media vuelta y se fue a
su locomotora dando un portazo. Nadie me delató. Bien es cierto
que en el cuerpo de la manilla del freno advierte que está prohibido
usarlo sin causa justificada. ¡Ahí es nada! ¿Quién decide cuándo es
causa justificada? ¿Cuánto tiempo puedes dedicar a pensar en eso?
El caso es que el retraso fue de unos diez minutos. Recuperables
en un viaje tan largo. De hecho nadie criticó mi acción. Al contrario,
me felicitaron por actuar de manera rápida ante una situación no
esperada. La mayoría se suele quedar mirando sin hacer nada.
Cuando llegamos a nuestro destino y nos bajamos del tren, un
bosque de manos se agitó tras las ventanillas. Sin pretenderlo,
fuimos los protagonistas de aquel viaje.
El freno de emergencia
11 viernes Mar 2016
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Añada una nueva felicitación. Un saludo.
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