Desde la llegada de los smartphones almacenamos una ingente cantidad de imágenes en nuestros móviles. Las compartimos y mostramos a todo bicho viviente, aunque no les interesen lo más mínimo, dejando fuera de ese círculo a aquellas personas que carecen de estos dispositivos como, por ejemplo, a los abuelos. Esta costumbre de utilizar el móvil como álbum de imágenes -que no de fotos- se ha ido imponiendo en la sociedad, sobre todo entre los jóvenes, desplazando al álbum de fotos tradicional que, como su propio nombre indica, necesita de fotos (impresas) para rellenarlo.
Aunque no se puede negar lo práctico que resulta capturar y almacenar imágenes en el móvil, no podemos simplificar tanto la cuestión: La cámara del móvil no suele ser tan buena como una tradicional, ni las imágenes tan bonitas como las fotos en papel. No obstante, gastamos mucho dinero en cada nuevo móvil, lo llevamos a todas partes y, al utilizarlo como cámara, es preciso escoger las mejores imágenes e imprimirlas para convertirlas en auténticas fotos. Y digo esto no solo por complacer a la abuela, sino por la gente que veo desolada porque le han robado o se ha estropeado su móvil, y no han podido salvar ninguna de las 3.000 imágenes que almacenaba… Llegan a casa y no ven un buen álbum familiar en la estantería, ni fotos enmarcadas en la pared, ni un pequeño portarretratos en una repisa… Todo lo tenían en aquel pequeño aparato que en principio solo era para hacer llamadas y ahora no está… Y es entonces cuando se dan cuenta de que ya apenas encontraban la imagen que buscaban entre tantas, de que nunca se paraban a mirarlas tranquilamente porque había demasiadas, o del molesto reflejo de la pantalla cuando pega el sol… Ahora echan en falta una casa más hogareña, con álbumes y marcos de fotos. Con ratos de nostalgia mirando fotos viejas de gente que igual ya no está, pero cuyo recuerdo perdurará en esa foto colocada con cariño en aquel marco de madera. De buenos ratos pasados con los niños, mirando fotos inclinados sobre el álbum familiar, preguntando por todos los parientes allí inmortalizados…
No esperes a echarlas de menos. Imprime tus fotos. Coloca unas en marcos, guarda otras en álbumes. Haz hogar.
¡Que el legado de tu vida perdure, solo depende de ti!