Etiquetas
Era dura la vida del músico callejero… Cada mañana Jan cogía su
trompeta, salía de la pensión en la que vivía y se dirigía al puente,
al encuentro de Martin, Tomas y Josef; sus compañeros de fatigas.
Se preguntaba cuánto tiempo estaría en este plan, sin un trabajo
de verdad, tocando de la mañana a la tarde en plena calle. Durante
un momento se consoló pensando en Josef, cargando con el
contrabajo a todos lados. Lo peor era soportar la intemperie. El frío
era la tónica general la mayor parte de los días. Dicen que en Praga
hay dos estaciones: el invierno y el resto del año. Un invierno muy
largo y un resto muy corto. A veces los molestos sabañones hacían
mella en sus desnudas manos, pero no sabía tocar con guantes.
Aquella mañana habían quedado para tocar en el puente.
Pasaban muchos turistas y el dinero que les daban era suficiente
para vivir modestamente. Como era temprano entró en un bar a
tomar un café. Siempre tenían buena música y eso le relajaba. Hoy
sonaba jazz: “So What”, de Miles Davis. En la barra estaba sentada
una mujer. Ambos se miraron durante un momento. Parecía sola y
con ánimo de conversar. Era extranjera y apenas hablaba inglés.
Por lo visto había discutido con su amiga y se había perdido. A los
dos les gustaba el jazz y eso les hizo conectar enseguida. Luego la
acompañó hasta su hotel y acudió, aunque tarde, a su trabajo. Sus
compañeros le riñeron, se burlaron de su “conquista” y ahí acabó
todo.
Al día siguiente, en el mismo lugar, las monedas iban cayendo en
el cesto. De improviso Martin vio caer un billete de los grandes.
Alzó la mirada y vio a una mujer sonriente. Discretamente dio un
codazo a Jan que, concentrado, no se había percatado de nada.
Éste miró el billete y reconoció a la mujer del día anterior. Azorado,
apenas pudo balbucear unas palabras de agradecimiento. Entonces
ella deslizó una tarjeta de visita en su bolsillo y se fue sin más.
Era dura la vida del músico callejero… aunque a veces puede cambiar.