En esta ocasión vamos a tierras riojanas en viaje organizado, una
excelente opción para la Semana Santa. La ventaja de esta forma
de viajar es que, en festivos como estos, no hace falta esperar
colas en restaurantes o museos; además está el precio especial
para grupos. Llegamos a Nájera, con unos 8.000 habitantes, donde
tenemos el hotel. Desde ahí visitaremos lugares relativamente
cercanos como Ezcaray, Santo Domingo de La Calzada y San Millán
de la Cogolla.
Nájera destaca por dos cosas: estar en pleno Camino de Santiago
y su pasado prehistórico. Es habitual cruzarse con peregrinos que,
siguiendo el Camino Francés, hacen parada y fonda en esta
localidad. El río Najerilla pasa por el medio del pueblo y sus riberas
dan solaz al paseante. Es de destacar el ambiente nocturno, con
numerosos bares y discotecas. En cuanto a su pasado prehistórico
basta levantar la vista y dirigirla a los cerros que la circundan,
plagados de cuevas. Durante la Edad del Hierro fueron mejoradas
mediante entramados de madera y adobe, a modo de terrazas con
barandillas, formando auténticas cuevas “con vistas”. Pasaron
romanos y musulmanes. Incluso fue reino durante el siglo X.
Destaca, como visitable, el monasterio de Santa María la Real,
donde enterraron a los reyes del reino de Pamplona-Nájera.
Al día siguiente nos dirigimos a San Millán de la Cogolla, cuna del
castellano por obra y gracia de los monjes de los monasterios de
Yuso y Suso; ambos declarados Patrimonio de la Humanidad. Hace
unos mil años algún monje se cansó de escribir en latín y comenzó
a hacerlo en romance, el habla del pueblo; evolucionada, nace la
lengua castellana.
El más antiguo es el monasterio de Suso (el de arriba), siglo V,
construido en honor de un ermitaño al que llamaban Millán.
Despues de muerto la cueva se convirtió en ermita, santuario y
monasterio. Siglos más tarde el rey de Navarra García III, muy
devoto él, decide llevarse los restos de su santo preferido al
monasterio de Santa María la Real (el de Nájera). Los bueyes que
llevaban la arqueta se negaron a continuar viaje y allí mismo el rey
mando construir un segundo monasterio, el de Yuso (el de abajo), a
kilometro y medio del primero. Este último, mucho más grande que
el de Suso, ocupando una gran explanada en el valle, es el que
visitamos esta vez. Sorprende la iglesia catedralicia, con enorme
sacristía, y el claustro con su jardín y pozo. Se respira una paz
especial y, aunque el día era lluvioso y gris, pudimos sacar unas
bonitas fotos para el recuerdo. En visita guiada nos enseñaron todo
el monasterio. Lo que mas nos cautivó fue la biblioteca donde
guardan los viejos códices y cantorales, enormes volúmenes de 40
y 60 kilos, cuyo suelo está hecho de alabastro para preservarlos de
la humedad. El libro más voluminoso y pesado era transportado
entre dos monjes, a no ser que alguno hubiera de ser castigado a
llevarlo él solo…