Hasta el 7 de Mayo podemos degustar, en el Café del Barrio (C/
Cean Bermudez, 16 de Gijón), una nueva exposición del prolífico
escultor Fernando Labrador; nuestro artista conceptual predilecto.
El trabajo de Fernando es concienzudo y minucioso. Cada detalle
importa. Dejando aparte el simbolismo que desprenden muchas de
sus creaciones, las máscaras y diversas criaturas que pergeña
tienen un aire totémico, cual si fuesen construidas por el brujo de
una tribu perdida. Expresan miedo, alegría, sensualidad… o
simplemente curiosidad por conocer este mundo al que han sido
traídas. Algunas me recuerdan a los gigantescos Moais de la Isla de
Pascua; seres mitológicos que hasta hace poco eran solo cabezas y
ahora, una vez desenterrados por su base, han descubierto que
también tienen cuerpos con extrañas inscripciones similares a las
egipcias.
Naturaleza, exotismo y un fuerte componente tribal, descubren la
personalidad del artista; igual que con la interpretación de los
sueños. Fernando es una persona cercana y cordial, dotado de una
gran sensibilidad, que no dudará en acompañar al visitante por su
periplo, explicando el sentido y significado de su obra a quien
quiera desee saber los pormenores de sus criaturas; como él mismo
las denomina. Los materiales que utiliza son diversos, aunque el
principal es el gres. Quizá sea esa la razón de esas tonalidades de
lava volcánica que tienen las caras de sus esculturas. Expresivas y
horrorizadas como si en vez del horno hubieran salido del mismo
infierno.