Según las crónicas de la época, Pelayo (siglo Vlll), hijo del duque
Favila, fue el primer rey de la dinastía astur. Dicen que su origen
era mezcla de godo y romano. Cuenta la tradición que, en una
ocasión, iba persiguiendo a un ladrón que se refugió en una cueva.
Allí vivía un ermitaño que rogó indulgencia para el fugitivo, dado
que sostenía que aquel lugar era sagrado, al ser devoto de la
Virgen María; además le pronosticó que un día él también iba a
necesitar la protección de la Virgen. Mas adelante Pelayo consiguió
sublevar a los astures contra la ocupación musulmana. En
Covadonga, lugar donde se ubica la cueva, tuvo lugar una batalla
decisiva contra estos. Las tropas de Pelayo se refugiaron en la
cueva y desde allí lograron repeler el ataque de los moros. Este
episodio fue el inicio del fin de la ocupación árabe; por esto se dice
que Asturias es España y lo demás tierra conquistada. En
agradecimiento a la supuesta intervención divina, que supuso la
victoria de los cristianos, Pelayo ordenó la colocación de una
imagen de la Virgen y la construcción de una capilla. Así nació la
Santa Cueva, como santuario, y el Real Sitio de Covadonga.
Tanto la Basílica de Covadonga como la Santa Cueva y su
“Santina” son los lugares más visitados de Asturias. Bajo esta
última hay un lago donde se sigue la tradición de tirar una moneda
y pedir un deseo.
Más arriba, a más de mil metros de altitud, tras recorrer doce
kilómetros de carretera estrecha y sinuosa, encontramos los
famosos lagos de Covadonga: el Enol y el Ercina. Pertenecen al
Parque Nacional de Picos de Europa y suelen ser inicio de travesías
por las montañas circundantes. En el lago Enol está sumergida una
imagen de la Virgen de Covadonga que cada 8 de Septiembre es
sacada del agua para procesionar. Los lagos son objeto de varias
leyendas, de origen celta o cristiano, que hablan de una misteriosa
dama a la que casi nadie da cobijo en una noche de tormenta. Solo
una humilde pastora lo hace y es la única casa que se salva de la
repentina inundación que sepulta las otras. Retumba, al tiempo,
una voz sobrenatural que clama: “Nadie pisará la tierra donde mi
Madre lloró, maldita sea por siempre la tierra de maldición”. Para
los celtas era su diosa Deva y para los cristianos, naturalmente, su
“Santina” de Covadonga.
De estos lugares habla apasionadamente la obra del polifacético
Roberto Frassinelli, el alemán de Corao, como se le conoció en la
zona. Este hombre, que vino huyendo de la persecución política en
su país, fue escritor, estudioso de minerales, montañero… además
de colaborar como dibujante en la construcción de la Basílica de Covadonga. De hecho, aunque no era arquitecto, dirigió las obras
de la cripta. Era muy andariego y desinhibido. Muchos vecinos le
conocían y apreciaban.
Esta claro que esta comarca tiene algo mágico que invita a volver.
Las fotos que ilustran este artículo, cedidas amablemente por la
aficionada Rebeca Benito, reflejan la luz típica del invierno astur;
huyendo de la clásica foto en un día soleado. Retratan la paz y
armonía de estos lugares tan nuestros. Reflejan la abundancia de
agua y el carácter asturiano; tan dado al “grandonismo”, la ironía y
la hospitalidad. El alma de Asturias.