Estamos en La Alcarria, viajando hacia los Pueblos Negros; el
secreto mejor guardado de la provincia de Guadalajara. Por el
camino, una vez abandonada la fría autopista, entramos en una
zona de carreteras comarcales, campos repletos de colza en flor,
bosques sin casas… la naturaleza en todo su esplendor.
El autocar, fletado por CN Travel, lleva una guía que nos explica
los pormenores del paisaje que atravesamos: la Sierra Norte de
Guadalajara y el singular Hayedo de Tejera Negra. Aquí, entre el
Barranco de Río Dulce y el pantano del Vado, Félix Rodríguez de la
Fuente rodó, a mediados de los 70, más de 80 capítulos de la
popular serie “El Hombre y la Tierra”. Animales como el zorro, el
lobo, o el águila real fueron los protagonistas en horario de máxima
audiencia; en una época en que prácticamente no existía ninguna
sensibilidad social por los animales ni la ecología.
Tras un largo trecho viendo arbolado, ejemplares de cérvidos y
águilas, llegamos al pueblo de Tamajón; localidad que, aunque no
entra dentro de los Pueblos Negros, inicia la ruta hacia los mismos.
Tamajón no tiene nada de particular salvo, a las afueras, la iglesia
de la Asunción. Templo románico del siglo XIII, aunque reformado
en el siglo XVI con estilo renacentista.
A un kilómetro del pueblo encontramos la Ciudad Encantada de
Tamajón, que consiste en curiosas formaciones rocosas, de piedra
caliza, muy similares a las de su homónima de Cuenca. Miles de
años fueron necesarios para que el agua y el viento creasen este
conjunto de cuevas, arcos y columnas, entre viejas sabinas.
Continuamos, por una estrecha y sinuosa carretera, hacia el
pueblo de Majaelrayo, el primero de la ruta de los Pueblos Negros;
también llamados de arquitectura negra. La razón del apelativo es
sencilla y nada misteriosa: las casas, tejados, muros, pozos, calles
y plazas están hechos de pizarra, la piedra más habitual en la zona,
ya sea en bloques o lajas.
Nos detenemos en Majaelrayo para explorarlo y hacer fotos. La
hora no es buena para la cámara, pues el sol está alto y la luz no es
la adecuada. Así y todo, esquivando el sol, se puede hacer alguna
que otra foto. Con algo de edición posterior quedarán presentables.
Continuamos hacia el pueblo de Campillo de Ranas. Muy parecido
y a pocos kilómetros del anterior. Allí entramos a refrescarnos en
uno de los encantadores bares de la zona. La gente es acogedora.
Se nota que, aunque habitados todo el año, son lugares preparados
para el turismo rural. Todas las casas restauradas siguen la tradición
en su reconstrucción, con lo que forman un conjunto homogéneo.
Tonos negros, grises, y sobre todo, ocres. Cambiando de carretera la ruta continúa con el precioso pueblo de Valverde de los Arroyos, y los más pequeños, que son El Espinar, Campillejo, Robleluengo y Roblelacasa. Todos ellos forman parte de la España rural. Olvidada. Sitios apartados, con carreteras donde ni se cruzan dos autobuses, pero bellos y auténticos. Para volver.