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Brihuega, Jardines Románticos de la Real Fábrica de Paños, Pueblos de España, Pueblos de la Alcarria, Virgen de la Peña
Brihuega, localidad de unos 2400 habitantes, está recogida entre
unas lomas y la llanura alcarreña, donde se cultiva la lavanda. Es
lugar lleno de encanto y bullicio, con numerosos atractivos para su
reducido tamaño.
Empezamos visitando un parque a las afueras: los Jardines
Románticos de la Real Fábrica de Paños; con cuidados parterres,
senderos, bancos, fuentes y árboles de toda laya. La entrada está
junto a la antigua Fábrica de Paños, que están restaurando para
uso turístico. Al otro extremo, una barandilla delimita el final de los
jardines, desde la que se divisa, abajo, toda Brihuega y las
montañas que la circundan. Tenemos tiempo libre para pasear y
hacer fotos. El sol brilla y la brisa acaricia el rostro. Una mañana
preciosa de primavera.
Bajando desde el parque, entramos en el pueblo por una de las
puertas de su magnífica muralla. Las calles, de traza medieval,
rebosan vida. Sus habitantes son simpáticos y accesibles; se
desviven por darte indicaciones. Buena gente.
Nos encaminamos a la iglesia de Santa María de la Peña, donde
un señor nos explica sus particularidades. En un extremo, tras
franquear una puerta, desciende una larga escalera exterior, con
tramos de piedra y metal. Termina en una cueva donde se ve una
estatuilla de la Virgen de la Cueva que, según cuentan, allí se
apareció. Cuelga la hiedra en las paredes rocosas y hay varios
apartaderos con preciosas vistas de la llanura que abajo se divisa.
Junto a la iglesia hay un castillo, el de la Piedra Bermeja, con un
detalle muy particular: su interior alberga el cementerio. Todo el
patio de armas está alfombrado de tumbas y cruces. La gente
pasea entre ellas. Desde las torres se divisa una gran panorámica
de los alrededores.
A continuación, nos dirigimos a las cuevas árabes. Tienen arcos
visigodos y tinajas donde guardaban aceite. No entramos a fondo
por una reciente inundación que había dejado el suelo embarrado.
Paseando por el pueblo vemos una zona de mercado, con puestos
donde venden productos locales en animado regateo. Las calles
están adoquinadas y flanqueadas con hileras de viejas farolas. A lo
lejos divisamos la parte interior de una de las puertas de la muralla.
Señala el final de la zona intramuros del pueblo. Encima de la
puerta hay una hornacina con una imagen religiosa; típica
costumbre del pasado para desear suerte al viajero que salía de la
zona protegida.
Una vez flanqueada la vieja muralla, llegamos a una zona
arbolada con varios bares. Nos sentamos en la terraza de uno de ellos para reponer fuerzas. Todavía disponemos de un buen rato, para las últimas fotos, hasta que llegue el autocar que nos llevará a nuestro próximo destino.