EL CENTRO DE INTERÉS
Es muy frecuente -demasiado- que al contemplar una foto
nuestra mirada divague de arriba abajo, de izquierda a derecha, sin
que nada de particular atraiga nuestra atención. Podríamos decir,
en un caso así, que es una foto sin ton ni son. Si, además, el
observador experimenta el menor sentimiento de confusión, es que
el fotógrafo, en su mejor deseo de expresarlo todo, sin olvidarse de
nada, ha tratado de incluir inconscientemente demasiados
elementos secundarios, logrando con ello tan solo diluir el “centro
de interés” o el “punto culminante” de la acción. Guiado por el
deseo de expresar demasiadas ideas en una misma imagen habrá
cometido una falta grave contra la unidad, que es, de hecho, lo que
más se busca en una foto, sobre todo si se desea expresar un
hecho con la máxima sencillez.
Al hablar de un “centro de interés” no quiero decir, ni mucho
menos, que este famoso centro deba encontrarse en mitad de la
imagen. Por el contrario, su lugar ideal se halla en la intersección
de una de las cuatro líneas imaginarias que dividen la foto, según el
croquis de la página siguiente.
Hay que operar como si estas líneas estuvieran trazadas sobre el
cristal del visor de la cámara. Se define esta regla como técnica o
regla de los tercios, y equivale a decir que en lugar de encuadrar el
motivo principal en el centro geométrico de la imagen es preferible
recurrir a esos cuatro “centros dinámicos”, siempre que ello sea
posible. Recordemos que en fotografía ninguna regla básica debe
seguirse ciegamente. Se supone que tenemos todos nosotros
imaginación suficiente e intuición, sobre todo, para zafarnos de
esas reglas de vez en cuando e irnos derechos hacia una
composición original en la que el fotógrafo se ve guiado tan solo
por su concepto personal de la belleza.
EQUILIBRIO DE FORMAS Y DE MASAS
Cuando no existe este equilibrio, la imagen provoca una
sensación rara en el observador. Y si éste nos habla con franqueza,
tal vez nos diga que hay algo raro en esa foto que le choca.
Posiblemente no será capaz de descubrir qué le desagrada en ella,
pero pasará, y con razón, a examinar la foto siguiente. ¿Por qué?
Porque el hombre, por lo general, busca el equilibrio, la simetría (o
una asimetría cuidadosamente calculada) en todo cuanto le rodea.
Dicho estado de simetría, de equilibrio, deja de existir
momentáneamente cuando uno se encuentra frente a la torre de
Pisa, por citar sólo un ejemplo…
Todos conocemos, aproximadamente, el peso de un pájaro en
relación al de un automóvil e, inconscientemente, siempre nos
hallamos dispuestos a evaluar pesos y dimensiones entre los
diferentes elementos que componen la imagen. Cuando se
fotografía un rascacielos junto a un pequeño edificio de dos o tres
pisos, se suscita automáticamente una sensación de desequilibrio;
a menos que el vacío que se encuentra encima del pequeño edificio
quede parcialmente ocupado por otra masa, ya sea el sol, una
nube, la luna llena o un Boeing 747, que tendrá como efecto
restablecer el equilibrio, tanto en lo que respecta a la evaluación de
las dimensiones, como en lo que afecta a las masas.
(del libro: “Técnica Fotográfica”; de Antoine Desilets)
(continuará…)

el centro de interés regla de los tercios