A la bajada volvemos a entrar en el pueblo por una de sus puertas, abierta en una muralla que, en sus buenos tiempos, rodeaba todo el perímetro de la población y todavía tiene partes dignas de ser vistas. Debió ser lugar peligroso puesto que al paseo del loco, lo llaman así porque antiguamente había de estar chalado quien osara pasear por fuera de las murallas. Retratamos algún detalle de las mismas, como un escudo con un águila; de ahí el nombre de “Aguilar”. Para las fotos, con esta atmósfera gris, fría y un tanto brumosa, conviene utilizar una sensibilidad de ISO 400, que da más juego de diafragmas sin llegar a tener el grano, o ruido, de sensibilidades superiores.
Al día siguiente salimos por otra de las puertas al paseo del Monasterio, delicioso recorrido que acaba en el imponente Monasterio de Santa María La Real; emblemático monumento histórico-artístico, con una fachada, patio y atrio espectaculares. Uno de esos lugares donde se te va la mano al disparador casi sin darte cuenta. Con la suerte de una buena luz, de media mañana, salieron unas fotos bastante dignas. Ayudó la escasa concurrencia de turistas; esa gente que estorba en todas las fotos.
Después de visitar el monasterio nos acercamos al embalse. Todo este recorrido se hace andando tranquilamente. Serán cinco o seis kilómetros ida y vuelta. Si vais en coche os pasarán desapercibidas buen número de potenciales buenas fotos. El pantano de Aguilar sobrecoge desde abajo, imaginando lo que sería del pueblo si esa pared de hormigón reventase… pero alegra la vista desde arriba, viendo toda el agua acumulada, la vegetación de sus orillas y las posibilidades que ofrece, a modo de playa fluvial. Una zona digna de fotografiar, sobre todo si tenéis uno de esos días de cielo azul y nubes sueltas…
No podemos marcharnos de Aguilar sin detenernos a visitar una de las fábricas de galletas que dan trabajo a buen número de personas. Aguilar de Campoo es famosa por sus galletas. No en vano los Fontaneda tienen un embarcadero propio en su casa de Aguilar, junto al joven río Pisuerga. Casi nadie se va sin comprar una caja, que exportan a medio mundo. El aroma que sale de los hornos no sale en las fotos, pero es muy agradable. No deja de sorprendernos la cantidad de atractivos que tiene este pueblo, no demasiado grande ni demasiado pequeño. Para mí, ideal para vivir si deseas una vida tranquila y no le tienes miedo al frío y la nieve del invierno…