El invierno es una época dura. También para hacer fotos. Se nos
agarrotan las manos por el frío, se empañan las lentes, la cámara
deja de funcionar… Vamos a tratar de sobreponernos a la estación
y os voy a dar unos trucos para salir airosos de esta prueba.
Lo primero a tener en cuenta es que la cámara digital lleva
batería o pila recargable, según modelos. En ambos casos el frío
intenso llega a inutilizar la fuente de energía, por lo que debemos
mantener la cámara guardada cerca de nuestro cuerpo el mayor
tiempo posible. El calor corporal hará que la temperatura de la
batería no baje demasiado. Si la cámara es voluminosa podemos
sacar la batería y llevarla en un bolsillo de la camisa, con la ropa
por encima. Esta precaución suele ser suficiente para que, a la hora
de hacer fotos, podamos meterla en la cámara con rapidez y
tengamos garantizados unos minutos de acción…
Otro tema es la pantalla de cristal líquido que todas las cámaras
digitales tienen. Con el frío extremo puede llegar a congelarse y se
acabó el visionado de datos y fotos. Llevar la cámara en una buena
bolsa acolchada, o recipiente rígido (tipo termo) puede ser una
buena solución. En regiones de clima extremo, como la Antártida,
lo mejor que se puede hacer es llevar una cámara de las de antes;
me refiero a una cámara mecánica, de carrete, que al no llevar
pilas ni tener pantalla aguantan mucho mejor esas temperaturas
extremas. Hablamos de veinte, treinta grados bajo cero, o más. Los
naturalistas que viajan a esas latitudes lo saben bien. Llevar una
cámara mecánica puede significar la diferencia entre poder hacer
fotos o no.
En cuanto a la exposición no hay mayor problema si el día está
nublado, puesto que la iluminación es más uniforme. Si sale el sol
se producen fuertes contrastes, sobre todo en fotos a personas,
que se pueden paliar usando el flash de relleno o, mejor aún, un
reflector orientado convenientemente para que desaparezcan de la
cara esas sombras que tanto afean el rostro.
Si veis que la nieve sale azulada es porque el balance de blancos
automático no es suficiente para corregir esa desviación. Debemos
pues pasar al personalizado o, al menos, a uno prefijado para fotos
en la nieve. De todas formas la nieve, sobre todo en sombra, tiende
a quedar azulada, y en lugares concretos como el glaciar de Perito
Moreno, en la Patagonia, es habitual ver en el hielo ese tono azul.
No deja de ser un reflejo del cielo sobre el hielo.
A posteriori, también es posible aclarar, oscurecer o corregir
dominantes de color con un programa de edición tipo Photoshop
(para Windows) o Gimp (para Linux).
Espero que mis comentarios os hayan ayudado y animado a salir
con la cámara en los días más crudos del invierno.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA