Hoy nos vamos a conocer la localidad lucense de Monforte de Lemos. Capital del vino de la Denominación de Origen Ribeira Sacra, nudo ferroviario donde se dividen los trenes que continúan hacia Coruña o Vigo, lugar donde se presentó la primera locomotora de vapor en 1.883, este antiguo asentamiento celta de los Lemavos posee aún una gran importancia comercial y turística. Con una población de unos 20.000
habitantes este pueblo, atravesado por el río Cabe, sigue brillando por su legado histórico y su privilegiada situación.
Llegamos a Monforte poco despues de las 18:00 horas, tras el transbordo en León, donde cogimos el tren de las 14:40. Solo tuvimos que cruzar la plaza de la estación para llegar al hotel que habíamos escogido, el Condes de Lemos, establecimiento de dos estrellas donde nos alojamos en la habitación 305; amplia, luminosa y con balcón. Muy recomendable. El trato familiar de este hotel nos cautivó desde el principio: desde la dueña, una señora de avanzada edad que sigue trabajando, hasta los camareros del hostal de enfrente, el Riosol, donde solíamos ir a comer, todo el personal se volcó en atenciones. Mención especial merece Sarai, de recepción, alegre, entusiasta y servicial, que nos trató con especial cariño y dedicación. De esas personas que hacen propia la felicidad ajena y, por tanto, dejan huella; de hecho no hizo falta la visita de rigor a la Oficina de Turismo.
Enclavado en un pequeño cerro desde donde domina un valle grande, verde y fecundo, se encuentra el castillo de los Castro, séptimo de los condes de Lemos, antiguos señores del lugar. Se conserva en excelente estado su Torre del Homenaje, visitable en su totalidad. Con sus gruesos muros de hasta cinco metros de espesor, estaba preparada para soportar largos asedios, con un aljibe en sus profundidades donde almacenaban miles de litros de agua. Se observan muebles de la época, chimeneas en sus diferente plantas, y una escalera que conduce a la parte superior, almenada, desde donde se divisa todo el pueblo. Junto a ella encontramos el convento benedictino de San Vicente del Pino; edificio del siglo XVI, aunque los orígenes se remontan al siglo X. Actualmente, junto al palacio anexo, alberga el Parador Nacional de Monforte. Una vez visitado este enclave bajamos al casco urbano atravesando el pequeño barrio judío que se asentaba en las calles de subida al cerro.
Continuamos con la visita al que llaman el Escorial gallego, el monasterio de Nuestra Señora de la Antigua; hoy colegio de los Escolapios. Fue construido, a imitación del monasterio de la sierra madrileña, por el cardenal Rodrigo de Castro a partir de 1.590. El edificio es enorme, con una gran fachada renacentista y una monumental escalera de granito. Además de su iglesia jesuítica, también posee un museo con dos originales de El Greco y una copia de otra pintura de Van Der Goes, cuyo original hubo de ser vendido a los berlineses con el fin de reparar el imponente edificio. A su alrededor hay una gran plaza, que favorece la toma de fotos del edificio entero, y un bonito parque con árboles, bancos y algún estanque con patos. Lugar perfecto para sentarse un rato y contemplar el entorno.
Cruzando el río Cabe, por un precioso puente medieval, llegamos al convento de las clarisas, con su museo de arte sacro. Reune una estupenda colección de reliquias, vestiduras, tallas y pinturas, que comenzó a reunirse a principios del siglo XVII, y se considera una de las mejores de España. Las monjitas también elaboran y venden dulces artesanales, para delicia del visitante.
A las afueras se encuentra el Pazo de Tor (entrada gratuíta); con sus estupendos jardines, patio y muebles.
Terminamos este periplo cultural con el hospital de peregrinos de San Lázaro, y la simpática iglesia de Santa Mª de la Parte; con marcado espíritu rural gallego.
(Continuará la próxima semana…)