Etiquetas
Asturias, Santa Eufemia, vacaciones, vacaciones en aldeas asturianas, verano
Santa Eufemia, Asturias. Junio de 2017. Por fin, tras cinco días de lluvia, luce el sol de nuevo. Sentado en la terraza, disfruto de una agradable temperatura. Veo una lagartija correteando por el borde del murete. Entra en agujeros y oquedades. De uno de ellos sale con una pequeña araña en su boca. La suelta y la coge, como jugando, para zampársela tranquilamente. Algo más lejos, una pareja de urracas parecen charlar de sus cosas. Las vacas pastan en los prados. Se escucha, de fondo, una suave brisa que mece las ramas de los árboles y el trino de los pájaros… En el huerto de los vecinos, al otro lado del prado, distingo la figura de Mari recogiendo cebollas. Azada en mano golpea la tierra. Se agacha y se levanta en interminable secuencia. Un poco más allá, en la carretera, pasa Teo con su tractor camino de la hierba… Tras el paréntesis del mal tiempo todo el mundo se afana en hacer algo.
Es tiempo de tila, ciruelas y cerezas. De guindas para hacer anís. Se respira aire limpio y puro, con un ligero aroma a vegetación recién lavada. El campo luce buen aspecto, de un intenso verdor. Aprovechamos para dar un paseo hasta la aldea vecina. Luego, de vuelta, paramos junto a la ermita para recoger algo de laurel y contemplar las montañas más lejanas. Nos acercamos al chigre a tomar unas cervezas, charlar con los paisanos y jugar a las cartas. Pequeños planes, grandes alegrías. Vida tranquila. Vacaciones.