Vamos unos días a Almería. Tren mañanero a Madrid y transbordo en Atocha para llegar, bien entrada la noche, a nuestro destino. Almeria capital ronda los 200.000 habitantes. Tras la dominación árabe y su incorporación a la corona de Castilla (siglo XV), pasó épocas terribles quedando diezmada su población por plagas, terremotos e incursiones de piratas. Prácticamente no levantó cabeza hasta el siglo XX; sobre todo a partir de los años 60 por el boom del turismo, la construcción y su agricultura de invernaderos. Nos hospedamos en el hotel La Perla, que aunque céntrico no recomendamos precisamente: habitaciones muy pequeñas y duchas de agua casi fría son la causa. Lo dicho; para olvidar.
Decir Almería es decir calor, playa, Cabo de Gata y rodajes de películas del Oeste entre otros atractivos. La ciudad está muy orientada al mar, con ramblas que terminan en el puerto o la playa. La temperatura en invierno o primavera es muy agradable y llueve poco, aunque cuando lo hace suele ser torrencial. Abundan las palmeras y la luz es intensa. Aquí las fotos no os pueden quedar oscuras; de hecho fijaros que muchas de las fotos que veis fueron hechas con filtro polarizador. Lo notaréis por el fuerte color azul del cielo.
El carácter del almeriense, siendo correcto, suele ser menos festivo que en otros lugares de Andalucía. En los bares, que cierran sobre las diez de la noche, tienen la buena costumbre de poner a los clientes unas estupendas tapas con las consumiciones. A elegir. Es fácil que acabes picando todo el día sin comer un menú en concreto…


En Almería ciudad, lo típico para ver es su gran Alcazaba; gran ciudadela construida por Abderramán III en el año 955, aunque la terminó el rey taifa Hayrán en el siglo XI. Posteriormente fue tomada y reformada por los reyes católicos. Tiene tres recintos amurallados, y conserva el palacio de Al-Mutasin, su mezquita (reconvertida en iglesia) y sus baños. Solo cuenta con una puerta de acceso, casi invisible por las enormes murallas, y amplias estancias con techos abovedados y puertas góticas. Desde lo alto de las murallas se pueden ver unas fantásticas vistas de toda la ciudad, el puerto y el mar.

En el puerto se conserva un viejo cargadero de mineral, llamado el cable inglés, de finales del siglo XlX. Lo llaman arqueología industrial. Se trata de una prolongación de una vía de Renfe que, saliéndose de la estación, llega al mar mediante un paso elevado. La estructura, en hierro, no impide la circulación de personas y vehículos por debajo. Una ingeniosa manera de hacer llegar el mineral en vagonetas hasta el mismo barco, sin necesidad de cargar y descargar en camiones.
Lo más fotogénico de Almería sin duda está fuera de la ciudad: El desierto de Tabernas con su yermo paisaje y sus decorados de poblados del oeste, donde se rodaron multitud de western por un lado, y el Cabo de Gata; Parque Natural donde podemos admirar la naturaleza sin los grandes hoteles que afean el resto de la costa andaluza. (Continuará)